jueves, 12 de mayo de 2011

12 de Mayo de 2011, Evangelio del día, Santos Nereo, Aquileo, Pancracio, mártires

Hechos de los Apóstoles: 8, 26-40: “Aquí hay agua. ¿Hay alguna dificultad para que me bautices?”
Salmo 65 “Tu salvación, Señor, es para todos. Aleluya”
San Juan: 6, 44-51: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo”


En el pasado Sínodo de los Obispos: “La Palabra en la vida y en la Misión de la Iglesia”, el pasaje de los Hechos de los Apóstoles que nos ofrece la liturgia de este día, resonó de un modo muy especial. Un etíope va de camino, se acerca a las Escrituras y trata de leer un pasaje sin acabar de comprenderlo. El Espíritu ordena a Felipe que se acerque al carro y camine junto a él, lo que provoca el diálogo entre ellos, las preguntas y respuestas, y después la interpretación y comprensión de la Escritura hasta el grado de convertirse y solicitar ser bautizado. Tendría que ser esa misma la experiencia de nuestra humanidad: va de camino y quiere comprender el sentido de la vida, el porqué de los acontecimientos, el sentido del camino, pero necesita que se interprete, se acompañe y se ilumine su vida con la Escritura. Hay muchísimas personas que han perdido el sentido de su vida y no logran entender aunque ante sus ojos aparezcan las letras de la Escritura. Y comprobamos con dolor que se buscan otros sentidos y otras explicaciones, y no se recurre a la Palabra de Dios. Hoy todos los discípulos de Jesús nos deberíamos cuestionar si nosotros tampoco recurrimos ya a la Palabra de Dios porque en nuestro mundo de tecnología y avances le damos poca importancia. Y sin embargo la verdadera sabiduría está en este diálogo amoroso con Dios que nos muestra la Escritura. El pasaje de San Juan nos habla de la gratuidad del amor de Dios, pero si nosotros nos encerramos en nuestras seguridades, parecería que no nos damos cuenta de ese amor. El Padre nos atrae y nos llama, nos busca y nos circunda de su amor… y nosotros continuamos perdidos en búsqueda de otros amores, de otros sentidos… Hoy frenemos nuestro carro, igual que el etíope, dejemos que se acerque la Palabra a nuestras vidas y descubramos el sentido profundo que tiene para nosotros vivir el amor de Dios Padre que siempre nos busca y nos ofrece su presencia en nuestras vidas. Escuchar su Palabra es reconocernos amados por Dios y encontrar el sentido de nuestro camino.

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