1. La reflexión
El calentamiento global está provocando una serie de trastornos en el planeta, entre los cuales se destaca el cambio climático. Las personas mayores todavía recuerdan la manera tan puntual como llegaban las estaciones y cada uno de los signos que las acompañaban.
El mes de mayo estaba relacionado con las flores, con las lluvias y con el florecimiento de toda la vegetación. A partir de este marco natural la Iglesia, desde hace mucho tiempo, ha dedicado el mes de mayo a la Santísima Virgen María. La belleza de la madre de Jesús, su fragancia, su delicadeza, su ternura y su capacidad para dar la vida son las cosas que se celebran de una mujer fundamental en la historia de la salvación.
Muchos creyentes tenemos experiencia del valor que tenía el mes de mayo en la tradición de la Iglesia porque se nos insistía en la importancia del rezo del Santo Rosario, en las advocaciones de la Virgen María y en el ofrecimiento de flores a la Madre de Jesús. Todas estas expresiones son muestras de cariño y respeto hacia esta extraordinaria mujer y madre; son medios espirituales para afianzar en la vida de los fieles ese camino tan especial que recorrió la Santísima Virgen María para llegar a tener el mismo corazón de Cristo.
Además de las expresiones tradicionales que la Iglesia ha cultivado, este mes de mayo -y su intrínseca relación con la Virgen María- nos ofrece un marco inmejorable para seguir valorando y promoviendo el don de la maternidad, ya que así como el calentamiento global está alterando el ecosistema y la vida del hombre sobre la tierra, así también el relativismo moral está afectando la comprensión de este hermoso don de la maternidad y de los derechos humanos que tienen su fundamento en la ley natural.
En distintas intervenciones el Papa Benedicto XVI ha denunciado la dictadura que ejerce este relativismo moral en el mundo. En su visita a los Estados Unidos, en abril de 2008, y hablando de los derechos humanos, el Papa sostuvo en la sede de la ONU que «…Estos derechos se basan en la ley natural inscrita en el corazón del hombre y presente en las diferentes culturas y civilizaciones. Arrancar los derechos humanos de este contexto significaría restringir su ámbito y ceder a una concepción relativista, según la cual el sentido y la interpretación de los derechos podrían variar, negando su universalidad en nombre de los diferentes contextos culturales, políticos, sociales e incluso religiosos…»
En este mismo contexto señalaba: «La experiencia nos enseña que a menudo la legalidad prevalece sobre la justicia cuando la insistencia sobre los derechos humanos los hace aparecer como resultado exclusivo de medidas legislativas o decisiones normativas tomadas por las diversas agencias de los que están en el poder… Por tanto, los derechos humanos han de ser respetados como expresión de justicia, y no simplemente porque pueden hacerse respetar mediante la voluntad de los legisladores».
Hace falta subrayar el auténtico fundamento del don de la maternidad y de los derechos humanos para percibir con mayor claridad el deber del Estado y de sus instituciones de garantizar la vivencia de los mismos. Hace algunos meses me decía una feligrés inundada de gozo por el don de la maternidad:
«Estoy segura que en ningún momento se es más plenamente femenina, que cuando se es madre, y que no hay nada más humillante para la mujer que quitarle o desvalorizar su maternidad, potencia y atributo divino. Por eso, aquella “razón” feminista que busca reivindicar a la mujer a través del rechazo de su maternidad es una mentira que la degrada ya que Dios, en nuestra naturaleza, nos concedió parte de su propia divinidad y la asoció a la nuestra, nos regaló el tesoro de gestar, dar a luz, educar y derrochar ternura divina a nuestro paso».
2. La felicitación
Un saludo afectuoso y lleno de profunda gratitud a todas esas hermosas mujeres que han tenido la dicha de engendrar, proteger, alimentar, llevar en su seno y cuidar durante su vida a todos los que hemos visto la luz de este mundo, recibiendo también de parte de ellas el amor, el cariño y las bases morales y espirituales que nos mantienen en la existencia.
A nuestras lindas, hermosas, admirables y muchas veces heroicas madrecitas queremos decirles que las amamos, las reconocemos, las necesitamos y las felicitamos profundamente, a pesar de que en algunas ocasiones no seamos los hijos que ustedes esperan.
Estos días queremos agasajarlas, abrazarlas, reconocerlas, apapacharlas, pedirles perdón, comprometernos a ser mejores personas y mejores cristianos. Queremos, también, ofrecer lo más hermoso que ustedes han depositado en nuestros corazones: la fe y la esperanza en Dios Nuestro Señor. Reciban, pues, esta felicitación que brota de un corazón agradecido. Sabemos que el mejor regalo que podemos ofrecerles es que ustedes nos vean llenos de fe, llenos de Dios.
Enviamos una especial felicitación a todas las mamás de México y de Veracruz. Muchas felicidades a las mamás periodistas y comunicadoras y a las mamás de los periodistas y comunicadores. El día de las madres, además de los abrazos, besos y regalos de costumbre, bien podemos intentar una felicitación diferente que deje huella y se quede más allá del 10 de mayo. Los invito para que como parte de las felicitaciones a las madres también digamos esta oración.
3. La oración
SEÑOR JESÚS: Gracias por las madres que nos has dado. Los más nobles sentimientos que tenemos, los sembró en nosotros nuestra madre: la fe, la honestidad, el amor al trabajo.
SEÑOR JESÚS:
En esta hora de retos y desafíos, las madres necesitan de tu ayuda: para atender a la casa y al trabajo, para hacer de padre y madre, para educar en los valores cristianos, para defenderse de la tentación, para no caer en el pecado.
SEÑOR JESÚS:
Que la Virgen Madre las llene de fortaleza. SEÑOR JESÚS: Que la Virgen María siga siendo modelo de todas las madres.
3/4
SEÑOR JESÚS: Que también ellas luchen por la justicia y que confíen en el Dios de los pobres: El Dios que quiere pan en todas las mesas y paz en todos los hogares; el Dios que destruye el poder corrompido y protege a los indefensos y humillados.
SEÑOR JESÚS: Ilumina la vida de nuestras madres. Premia sus desvelos y trabajos. Da paz a las madres ya difuntas. Bendice a todos los hogares. Y que los hijos sean siempre gloria y corona de las madres.
Amén.
Pbro. José Juan Sánchez Jácome
Oficina de Comunicación Social
Arquidiócesis de Xalapa
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