lunes, 9 de mayo de 2011

Juan Pablo II, un Profeta de nuestro tiempo


Hemos vivido momentos inolvidables con la beatificación del Papa Juan Pablo II. Mares de gente comenzaron a llegar desde los últimos días de abril a Roma, recordando aquella semana de los últimos días de marzo y primeros de abril de 2005, año en que el Papa Juan Pablo II era llamado a la Casa del Padre para participar de la gloria eterna.


Aunque la beatificación es hacia un culto más local, éste fue un acontecimiento de talla mundial, seguido por millones de personas de todo el mundo, de todas las culturas, lenguas y razas. Incluso, fue seguida por personas que no son creyentes pero que, por la grandeza del hombre llamado Juan Pablo II, respetan la religión católica, y celebran la coherencia de vida.

Algo inaudito fue que, a pesar de que la transmisión en vivo fue a las 3:00 hrs tiempo de México, muchas personas lo siguieron fielmente a través de las transmisiones por televisión. Pocos o nulos son los eventos en los que hay tanto rating a altas horas de la madrugada.

¿Por qué celebra la Iglesia con tanto entusiasmo la beatificación de una persona?, ¿qué implicaciones tiene para la vida de los cristianos y de la sociedad?, ¿es equilibrado celebrar con tanta enjundia un acontecimiento de esta naturaleza?

Así como para muchas personas este acontecimiento es motivo de gran alegría, y es obvio el gozo, así también, hay personas que no se explican el por qué de estos festejos con tanta algarabía.

El motivo de esta celebración, ha sido que a pesar de ser tiempos tan difíciles y tan contradictorios en los que el mundo se ha desviado a lo efímero, a lo placentero e inmediato, se puede llegar a la santidad, y que hombres concretos de carne y hueso, pueden ser luz que alumbren con la luz de Cristo en medio de la oscuridad y de las tinieblas.

Precisamente así fue Juan Pablo II, quien a pesar de las contrariedades en el tiempo que le tocó vivir, estuvo siempre al servicio de la verdad, siendo un profeta de su tiempo, pues anunció el Evangelio de Jesucristo tanto a los ricos y poderosos como a los pobres y sencillos, a los miserables, a los pecadores, hombres, mujeres, jóvenes, ancianos y  niños.  Pero también fue un hombre que supo denunciar las injusticias, y en sus más de 20 mil discursos que pronunció demandó también honor a la verdad y coherencia con la vida cristiana, y exigió reconocer la dignidad de la persona humana extirpando todo aquello que va en contra del designio salvífico de Dios desde la concepción, hasta la muerte natural.

En su momento, fue un hombre criticado por aquellos que se dicen vanguardistas de la opinión, y cuando el Papa Juan Pablo II emitía alguna determinación doctrinal desde la cátedra o a nombre personal, entonces se desataban los vientos, se desbordaban los ríos de los liberales vociferando en contra del profeta de la verdad, sobre todo por lo que respecta al respeto de la vida humana, de la moral y de las costumbres.

Juan Pablo II con sus encíclicas de la vida, se ganó muchos enemigos que incluso hasta pedían su renuncia al Pontificado argumentando que era ya demasiado anciano y que no podría guiar a la Iglesia en esas condiciones. Sin embargo, a pesar de su viacrucis de dolor y enfermedad que pasó desde pequeño cuando pierde a su madre, a su hermano, y más tarde a su padre, le llevó a no tener consideración por lo que dijeran los hombres, sino por lo que le agrada a Dios.
Por él, se dice, cayó el Muro de Berlín, por él se tuvo consideración de los derechos humanos en países comunistas. Denunció los abusos en las fronteras, el narcotráfico, la corrupción, y a pesar de que se ganó enemigos que pedían cesara su vida, nunca cesó de alzar su voz en contra de las injusticias.

En aquél 13 de mayo de 1981 en el que Alí Agca le disparó en la Plaza del Vaticano, comenzó también su viacrucis en el Policlínico Gemelli quien sería un paciente distinguido y frecuente, hasta que las complicaciones médicas le llevaron a la práctica de una traqueotomía que lo convirtió en una llaga humana, y se convertía así en el baluarte de su posición frente a la vida en contra de lo que en su tiempo se suscitó por el tema de la eutanasia.

Aborto, anticonceptivos, eutanasia y demás, fueron los clavos que los “líderes” de opinión le fueron clavando poco a poco, pero que él nunca cedió por honor a la verdad, y por coherencia de vida aún estando en el mismo suplicio del sufrimiento por la enfermedad y por su ancianidad.

Juan Pablo II, el Papa mexicano, nos ha dado la muestra de que sí se puede llegar a la santidad, pero que es necesario también derramar la sangre gota a gota en las actividades ordinarias e ir a contracorriente de lo que propone el mundo, para caminar por los caminos de Dios.

Arquidiócesis de León

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