martes, 10 de mayo de 2011

El esfuerzo por la verdadera libertad

“Nosotros esperábamos que él sería el libertador de Israel, y sin embargo, han pasado ya tres días desde que estas cosas sucedieron”. Lc 24, 15


¿En quién hemos puesto nuestra confianza? ¿Qué libertad deseamos y a que dedicamos nuestros esfuerzos? En ocasiones de manera paradójica luchamos por la libertad cavando un nuevo hoyo de esclavitud.

Los gritos de libertad con expresiones de rebeldía, especialmente de nuestros jóvenes, nos lleva a preguntarnos: ¿qué hemos ofrecido como espacio liberador para ellos?.

Una sociedad llena de normas y leyes, de las cuales, muchas veces no sabemos dar razones de su proceder y actuación; nos pone frente a acciones que pueden convertirse en tiranías.

La libertad es un don preciado que cada ser humano posee, y que surge desde nuestro interior, pero está regida por la razón y evaluada por la conciencia. Si la Razón y la conciencia llegaran a flaquear, la libertad perdería su rumbo.

Actuar movidos sólo por el mero gusto o libertinaje, convierte al hombre y a la mujer, en un insensato. La pérdida del camino y del rumbo nos aleja de la libertad, porque nos vemos obligados a transitar por donde no se quiere o no se debe.

El Papa haciendo esta reflexión en tono de que el progreso debe tener el esfuerzo de la razón y la libertad: “hay dos categorías que ocupan cada vez más el centro de la idea de progreso: razón y libertad. El progreso es sobre todo un progreso del dominio creciente de la razón, y esta razón es considerada obviamente un poder del bien y para el bien. El progreso es la superación de todas las dependencias, es progreso hacia la libertad perfecta. También la libertad es considerada sólo como promesa, en la cual el hombre llega a su plenitud. En ambos conceptos –libertad y razón– hay un aspecto político. En efecto, se espera el reino de la razón como la nueva condición de la humanidad que llega a ser totalmente libre. Sin embargo, las condiciones políticas de este reino de la razón y de la libertad, en un primer momento, aparecen poco definidas. La razón y la libertad parecen garantizar de por sí, en virtud de su bondad intrínseca, una nueva comunidad humana perfecta. Pero en ambos conceptos clave, « razón » y « libertad », el pensamiento está siempre, tácitamente, en contraste también con los vínculos de la fe y de la Iglesia, así como con los vínculos de los ordenamientos estatales de entonces. Ambos conceptos llevan en sí mismos, pues, un potencial revolucionario de enorme fuerza explosiva”. (Spes salvi 18).

En efecto, cuando el Papa expresa este aspecto “revolucionario”, implica interiormente un cambio, una actitud capaz de afrontar los elementos que garantizan la plenitud del ser humano. Una actitud frustrada y triste; llevará a la persona al fracaso de su propia vida. La libertad reclama claridad de identidad y convicción en las propias decisiones.

Para muchos el progreso del hombre está en la economía y en la política; estos elementos sin duda garantizan algo pero son la bandera de corrientes que, aunque se han debilitado, siguen induciendo a errores. El Papa pone el ejemplo en su encíclica citada cuando dice: “El error de Marx no consiste sólo en no haber ideado los ordenamientos necesarios para el nuevo mundo; en éste, en efecto, ya no habría necesidad de ellos. Que no diga nada de eso es una consecuencia lógica de su planteamiento. Su error está más al fondo. Ha olvidado que el hombre es siempre hombre. Ha olvidado al hombre y ha olvidado su libertad. Ha olvidado que la libertad es siempre libertad, incluso para el mal. Creyó que, una vez solucionada la economía, todo quedaría solucionado. Su verdadero error es el materialismo: en efecto, el hombre no es sólo el producto de condiciones económicas y no es posible curarlo sólo desde fuera, creando condiciones económicas favorables”. (21)

La libertad será una cuestión interior del hombre, pero no de manera subjetiva. Es su realización, es su felicidad y eso implica integralidad. Cuando el hombre y la mujer se esfuercen por la libertad, deberán tener muy claro su camino de realización.

+ Rogelio Cabrera López
Arzobispo de Tuxtla

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