Quizá hoy, más que en otras épocas, nos urge tomar en serio y rescatar la importancia de la vocación de toda persona; la orientación, la búsqueda y el cultivo de la vocación personal es hoy un vacío grave en muchas personas de los diferentes sectores de la sociedad; no debemos descuidar, mutilar, y mucho menos pervertir, lo que comprende la vocación a la vida.
La orientación vocacional a la vida no se puede reducir a descubrir las cualidades y habilidades para un oficio o profesión determinada, éstas son parte, pero hay algo más importante que debemos asegurar: el sentido y la finalidad última de tal oficio o profesión.Cuando se descuida o se mutila el sentido y la finalidad última de un oficio o profesión, pronto lo que se realiza se reduce a mero trabajo, se cae en buscar más el dinero u otros intereses; cuando se vive así, el trabajo no se hace con gusto y desgasta, llega a ser lugar de deterioro en las relaciones interpersonales y de deshumanización; no será casualidad que allí se alimente el malestar y la irresponsabilidad social. Cuando se conoce y se asume la propia vocación con su sentido y finalidad última, se da otra manera de ver y de comprender la vida, de ver y de interpretar lo que pasa alrededor, de ver y de asumir nuestra responsabilidad ante las situaciones concretas o desafíos que tenemos que afrontar.
El sentido auténtico de todo trabajo da motivos sólidos y dinamismo para realizar lo que tenemos que hacer en función de la vida; la finalidad última da rumbo orientando toda la vida al horizonte que siempre atrae y a la meta final anhelada: superarse y ser feliz; esto le da calidad, dinamismo y rumbo a todo lo que se hace. Los hombres y mujeres que asumen su propia vocación suelen dar un extra de su tiempo, de entrega y de calidad humana; en ellos son palpables entre otros valores la responsabilidad, el servicio, el compromiso, la propia realización en lo que se hace, la proyección en el bien de los demás y la alegría.
En nuestra sociedad un alto porcentaje de personas no está cultivando su vocación. Podemos constatar que hay expertos en variados oficios, profesionistas en diferentes áreas que trabajan en su campo pero que no buscan su superación personal, la salud, la educación o la justicia de los demás, ni aportan a la construcción de una sociedad más humana; lamentablemente buscan ante todo otros intereses. Son expertos y profesionistas sin vocación.
El cultivo de la vocación siempre está en función de la superación personal y de la vida plena; siempre se proyecta en la construcción de una sociedad más humana, justa y fraterna; de aquí que conocer y asumir la propia vocación es vital para toda persona y para la sociedad; se trata de una tarea urgente a rescatar principalmente en la familia y en todos los espacios de educación. Es la adolescencia la edad privilegiada para buscar cuál es la propia vocación, pero la juventud es la edad para decidir ponerse en camino, con los medios y la asesoría adecuada, para discernir y asumir la propia vocación.
Con mi saludo y bendición para todos.
+ José Luis Chávez Botello
Arzobispo de Antequera-Oaxaca
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