miércoles, 25 de mayo de 2011

25 de Mayo de 2011, Evangelio del día, San Beda el Venerable, San Gregorio VII, Santa María Magdalena de Pazzi

Hechos 15, 1-6: “Se decidió que Pablo y Bernabé fueran a Jerusalén a ver a los Apóstoles”
Salmo 121: “Vayamos con alegría al encuentro del Señor. Aleluya”
San Juan 15, 1-8: El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante”


¿Quién no ha tenido la experiencia de sembrar un árbol o bien una planta que nos ofrezca sus flores? Se hace con ilusión, con esperanza y se aguarda el tiempo necesario para que dé flores y frutos. Pero si nos desesperamos y queremos hacer por la fuerza que crezca y que adelante los frutos corremos el riesgo de quedarnos sin nada. A Jesús le gusta mucho hablar de este ambiente campesino porque son experiencias muy cercanas a su tiempo y a las imágenes bíblicas, y todavía a algunos de nosotros. Quizás para quienes ahora viven en las ciudades Jesús utilizaría otras parábolas. No sé quizás diría que Él es el generador y nosotros la energía; o quizás diría que Él es la electricidad y nosotros los aparatos… en fin, no quiero divagar, pero pensemos en toda la profundidad que tiene esa comparación: una unión tan estrecha que lleva la misma savia que hace crecer, que sostiene y que da vida. Tener la misma savia, la misma vida de Jesús es lo que Él nos propone. Y no tenerla solamente un momento, sino tenerla constantemente, siempre, en todo momento. Eso significa “permanecer”, no es que ahorita sí y después siempre no; no es que solamente en determinados sitios o para determinados asuntos. Permanecer significa siempre y a todos horas. Y esto se puede constatar por los frutos. En nuestro mundo moderno estas técnicas sí aplican: si hay producto es rentable, si no hay producto o ganancias se desecha. Pero los frutos que Jesús espera no serán los que espera este mundo neoliberal y materialista. Los frutos que Jesús espera son la paz, la fraternidad y el servicio. Y si lo que estamos cosechando en nuestra sociedad son violencia, venganzas, envidias, crímenes detestables, tendremos que revisar muy bien en dónde estamos poniendo nuestras raíces y cuál es la savia que nos sostiene. Si queremos obtener los frutos que espera Dios Padre de nosotros, buscaremos la forma de permanecer unidos a Jesús. La gran ventaja que tenemos es que Jesús siempre está dispuesto a unirse a nosotros, a darnos su vida y hacernos fructificar. ¿Nosotros estamos dispuestos a unirnos a Él?

+ Enrique Díaz Díaz
Obispo Auxiliar de San Cristóbal de las Casas

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